Escritos epistolares by David Hume

Escritos epistolares by David Hume

autor:David Hume [Hume, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T00:00:00+00:00


D. H.

[14. Un poeta ciego: Thomas Blacklock]

[Al Reverendo Joseph Spence]

Edimburgo, 15 de octubre, 1754 [Greig I, 98]

Señor:

Las gratas producciones con que usted ha entretenido al público, han hecho que desde hace tiempo tuviera yo deseos de conocerle. Mas este deseo ha aumentado sobremanera al enterarme de que está usted entrañablemente dedicado a la tarea de proteger a un hombre de mérito, tan desvalido como Mr. Blacklock.

Espero que me disculpe por haberme tomado la libertad de escribirle. Con mucho gusto le comunicaré a usted todo lo que sé acerca de él, aunque otros, por haber tenido con él más larga relación, estarán mejor cualificados para esta tarea.

La primera vez que vi u oí hablar de Mr. Blacklock fue hace unos años, cuando coincidí con él en una visita que hice a dos jóvenes damas. Ellas me pusieron al corriente de su caso, en la medida en que pudieron hacerlo durante una conversación en la que él estaba presente. Pronto me di cuenta de que poseía un gusto muy delicado, junto con un apasionado amor al saber. El Dr. Stevenson [un médico de Edimburgo] lo tenía en aquella época bajo su protección; y [Mr. Blacklock] se hallaba entonces dedicado a perfeccionar su conocimiento de la lengua latina. Repetí ante él la elegía de Mr. Pope a la memoria de una dama desafortunada, poema que yo entonces me sabía de memoria; y aunque soy muy mal recitador, noté que el poema le afectaba extraordinariamente. Sus ojos, que son el gran indicador del alma, no podían, desde luego, expresar pasión alguna; pero todo su cuerpo entró en agitación. Aquel poema era igualmente adecuado para conmover la delicadeza de su gusto y la ternura de sus sentimientos. Dejé la ciudad unos días después; y al estar fuera de Escocia por una larga temporada, ni le vi ni oí de él durante varios años. Por fin, un amigo mío me habló de él y me dijo que [Blacklock] habría querido ponerse a mi servicio si su excesiva modestia no se lo hubiera impedido. Pronto empezó a dar muestras de lo que, a partir de entonces, he encontrado en él: gran elegancia de genio, disposición extraordinariamente afectuosa y agradecida, temperamento modesto y retraído, acompañado de ese delicado orgullo que tan a menudo acompaña a la virtud en un estado de aflicción. Su gran moderación y frugalidad, junto con la generosidad de unas cuantas personas […], le han permitido subsistir hasta ahora. Todas sus buenas cualidades son disminuidas, o quizá fuera mejor decir embellecidas, por una falta de conocimiento del mundo. Los hombres de disposición muy benevolente o muy maligna pueden caer en este error, pues creen que todos los seres humanos son como ellos; pero siento decir que los primeros [esto es, los hombres de disposición muy benevolente] son los que están más expuestos a equivocarse.

Le he preguntado si conservaba alguna idea de la luz o de los colores. Me aseguró que no le quedaba ni el menor rastro de ellos. Averigüé, sin embargo, que todos los poetas, incluso los más descriptivos, como Milton y Thompson, eran por él leídos con placer.



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